El Monte Saint-Michel es una pequeña localidad construida sobre una isla rocosa en Normandía, Francia. Este pueblo rodea la Abadía del Monte Saint-Michel, que rinde culto al arcángel San Miguel. Los orígenes de esta abadía datan del siglo VIII.

El Monte Saint-Michel está rodeado de misterios y secretos forjados desde hace más de 13 siglos

Si hay un rincón el mundo que nos haga soñar con épocas lejas ese es el Monte Saint-Michel. Este lugar siempre ha estado rodeado de leyendas. Pero es que su entorno es de cuento. En la costa de Normandía, accesible antiguamente sólo con marea baja, es conocido como “La Maravilla”.

El monte de las mil leyendas, cuenta que en el año 708 el mismo arcángel San Miguel decapitó a un dragón submarino que asediaba a los habitantes de la costa. Se dice que muchos hombres presenciaron la épica batalla. El comienzo de la construcción de la abadía surgió después de las apariciones del arcángel al propio obispo de Avranches, que le ordenó construir un oratorio en el monte Tombe (llamado así por el pueblo celta) para conmemorar su victoria sobre las fuerzas del mal.

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También se dice que este monte estaba rodeado por el bosque de Scissy, pero en marzo de 709 un tsunami destrozó todo a su paso, convirtiendo el monte en un islote. Ya en el siglo X se instalaron los monjes benedictinos.

Cierto o no, lo que es real es la increíble obra arquitectónica que se logró en este escarpado islote. Es uno de los sitios más visitados de Francia y la joya del turismo en Normandía. Ha sido lugar de peregrinación durante siglos, aunque en la actualidad la mayoría de visitantes lo hacen para admirar esta maravilla.

Es curioso el fenómeno de sus mareas. Cuando la marea está baja se puede caminar kilómetros y kilómetros por arena, pero hay que estar atentos puesto que al subir la marea son bastante peligrosas quedando la isla totalmente rodeada de mar.

Las tierras que rodean la isla son totalmente llanas, por lo que se puede divisar desde muy lejos, destacando su torre con la estatus del arcángel en lo alto de la aguja. Contemplar el monte es una maravilla, pero visitar su interior es indescriptible. Sus callejuelas nos llevarán hasta la Abadía. Las vistas a la bahía desde los miradores son increíbles. Se puede recorrer su muralla. La visita a interior de la Abadía es obligatoria, nos sobrecogerá sus dimensiones, una obra arquitectónica única.

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