Ubicada en la encrucijada entre Europa y Asia, Georgia es un país pequeño en extensión pero inmenso en riqueza cultural, paisajística y humana. Este rincón del Cáucaso, todavía relativamente desconocido para muchos viajeros, ofrece una combinación inigualable de historia milenaria, naturaleza deslumbrante y una hospitalidad que deja huella en quien lo visita.
Georgia es un país que enamora, que invita a explorarlo sin prisas y dejarse llevar por su autenticidad, una verdadera joya por descubrir
Georgia sorprende por su diversidad geográfica. Desde las cumbres nevadas del Cáucaso hasta las suaves colinas cubiertas de viñedos en la región de Kajetia, el país ofrece un espectáculo visual en cada rincón. Las playas del mar Negro, especialmente en la ciudad costera de Batumi, ofrecen un ambiente relajado y moderno, mientras que las montañas del norte invitan a aventuras entre glaciares, ríos salvajes y aldeas tradicionales como Mestia y Ushguli, en la región de Svaneti.
El Parque Nacional de Kazbegi, con su emblemática iglesia de Gergeti situada a los pies del monte Kazbek, es una de las imágenes más representativas de Georgia y un paraíso para los excursionistas. También destaca el Parque Nacional de Borjomi-Kharagauli, uno de los más grandes de Europa, donde los senderos serpentean entre bosques, praderas alpinas y miradores naturales.
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La historia de Georgia se remonta a miles de años, y su patrimonio refleja la influencia de múltiples civilizaciones. Tiflis, la capital, es una ciudad vibrante donde lo antiguo y lo moderno conviven en armonía. Su casco antiguo, con callejuelas empedradas, balcones tallados y baños sulfurosos, invita a perderse durante horas.
Entre los muchos sitios históricos destacan Mtsjeta, antigua capital y centro espiritual del país, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; la ciudad troglodita de Uplistsikhe, excavada en la roca; y los monasterios medievales de Vardzia, Gelati y Alaverdi. Cada templo y fortaleza cuenta una historia ligada a la identidad nacional georgiana y a su fervor religioso ortodoxo.
Uno de los mayores encantos de Georgia es, sin duda, su gente. Los georgianos son conocidos por su hospitalidad genuina, que se traduce en invitaciones espontáneas a compartir una comida, brindar con vino casero o participar en un “supra”, el tradicional banquete georgiano.
Aquí, el visitante no es un extraño, sino un huésped que se recibe con los brazos abiertos. Esta cultura de acogida hace que muchos viajeros se sientan como en casa desde el primer día.
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