Ubicada a orillas del río Vístula, Cracovia es una de las ciudades más antiguas, bellas y emblemáticas de Polonia. Fue capital del país durante más de cinco siglos y, hoy en día, sigue siendo su corazón cultural, artístico y académico. Su bien conservado patrimonio, su ambiente bohemio y su rica historia convierten a Cracovia en uno de los destinos más cautivadores de Europa Central.
Cracovia es una ciudad de contrastes: de historia trágica y esplendor cultural, de iglesias góticas y arte contemporáneo, de memoria y de vida; sus siglos de historia perdura en el tiempo.
El centro neurálgico de la ciudad es la Plaza del Mercado (Rynek Główny), una de las más grandes de Europa. Rodeada de edificios históricos, cafés tradicionales y monumentos, destaca la imponente Basílica de Santa María, famosa por su retablo gótico y su trompetista que cada hora toca desde la torre en recuerdo a la invasión mongola del siglo XIII. En el centro de la plaza se alza la Sukiennice o Lonja de los Paños, un mercado cubierto que data del Renacimiento y que aún hoy conserva su función comercial.
Al sur del casco antiguo se encuentra la colina de Wawel, símbolo del poder polaco durante siglos. Allí se alzan el castillo real y la catedral de Wawel, donde fueron coronados y enterrados muchos de los monarcas del país. El castillo, con sus patios renacentistas y sus exposiciones de arte, es uno de los conjuntos más notables del Renacimiento en Europa del Este.
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Cracovia fue también un centro intelectual clave. La Universidad Jaguelónica, fundada en 1364, es una de las más antiguas del continente. Entre sus alumnos más célebres se encuentra Nicolás Copérnico. Hoy, la ciudad continúa siendo un núcleo estudiantil y vibrante.
Un punto de visita imprescindible es el barrio de Kazimierz, antiguo barrio judío. Aunque fue duramente golpeado durante la ocupación nazi, ha resurgido como un centro de cultura, arte y memoria. Allí se pueden visitar sinagogas históricas, museos y calles con vida nocturna y encanto alternativo.
La gastronomía cracoviana combina lo tradicional con lo contemporáneo. Platos como los pierogi (empanadillas rellenas), el bigos (guiso de col y carne) o el żurek (sopa agria de centeno) se pueden disfrutar en encantadoras tabernas o en modernos restaurantes de autor. La pastelería y la cerveza artesanal también forman parte importante de la experiencia local.
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