Ubicada en el desierto de Kyzyl Kum, al suroeste de Uzbekistán, Bukhara es una de las ciudades más antiguas y fascinantes de Asia Central. Con más de 2.500 años de historia, fue una joya de la Ruta de la Seda y uno de los centros culturales, religiosos y comerciales más importantes del mundo islámico medieval. Hoy, su bien conservado casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es un testimonio vivo del esplendor de épocas pasadas.
Bukhara es más que una ciudad histórica, es un símbolo de intercambio cultural, sabiduría y belleza; visitarla es revivir el esplendor de la Ruta de la Seda y dejarse cautivar por un legado que aún hoy deslumbra.
El alma de la ciudad se encuentra en su Centro Histórico, una red de madrazas, mezquitas, minaretes y bazares cubiertos que evocan la atmósfera de los antiguos caravasares. Uno de los emblemas más destacados es el minarete Kalyan, una imponente torre de ladrillo de 47 metros de altura construida en el siglo XII. Esta torre en su tiempo servía como punto de referencia para las caravanas del desierto. Junto a él se alzan la mezquita Kalyan y la madraza Mir-i-Arab, formando un conjunto arquitectónico de gran belleza y armonía.
Otro punto imprescindible es la fortaleza Ark, residencia de los emires de Bukhara durante siglos. Sus murallas de adobe protegen palacios, salones de recepción y una antigua mezquita. Desde sus alturas se obtienen vistas espectaculares de la ciudad. Muy cerca, el mausoleo de Ismail Samani, del siglo X, destaca como una obra maestra del arte islámico primitivo y uno de los edificios más antiguos de Asia Central que ha llegado hasta nuestros días.
Vídeo:
Bukhara también es famosa por sus antiguos bazar cubiertos (como Toqi Zargaron y Toqi Sarrafon), donde aún hoy se comercializan alfombras, sedas, especias y artesanías, siguiendo una tradición milenaria. Pasear por estos mercados es sumergirse en los aromas y colores de Oriente.
La ciudad ha sido, a lo largo de los siglos, un importante centro religioso y académico. En la Edad Media albergó decenas de madrazas y mezquitas, y fue cuna de sabios como Avicena. Esta profunda herencia espiritual aún se percibe en el ambiente tranquilo de sus calles y en la hospitalidad de sus habitantes.
En cuanto a su gastronomía, Bukhara ofrece delicias tradicionales uzbecas como el plov (arroz con carne, zanahoria y especias), los manty (empanadillas al vapor) y el shashlik (brochetas de carne), acompañados de té verde y pan de horno (non).
Finalmente si te ha resultado de interés este artículo de «Bukhara, tesoro de la Ruta de la Seda», compártelo.