El archipiélago de las Azores, situado en pleno Atlántico a medio camino entre Europa y América, es uno de los destinos naturales más fascinantes de Portugal. Formado por nueve islas de origen volcánico, cada una ofrece una personalidad propia, paisajes arrebatadores y una atmósfera tranquila que invita al descubrimiento. Su ubicación remota, su clima templado y su impresionante biodiversidad convierten a las Azores en un paraíso para amantes de la naturaleza, el senderismo y el turismo sostenible.
El Archipiélago de las Azores ofrece un refugio auténtico, verde y diverso, perfecto para quienes buscan un viaje distinto, marcado por la armonía, la belleza y un respeto profundo por el entorno.
São Miguel, la isla más grande, es conocida como la “isla verde” gracias a sus lagunas volcánicas, bosques densos y extensas plantaciones de té. La Lagoa das Sete Cidades, con sus dos tonos de azul y verde, es uno de los lugares más fotografiados del archipiélago. También destacan la Lagoa do Fogo y las termas de Furnas, donde la actividad geotérmica crea fumarolas y piscinas naturales cálidas en un entorno espectacular.
Terceira combina tradición, historia y paisajes únicos. Su capital, Angra do Heroísmo, declarada Patrimonio de la Humanidad, destaca por su arquitectura colonial y su trazado urbano del siglo XV. Fuera de la ciudad, el Algar do Carvão permite adentrarse en el interior de un antiguo volcán, una experiencia sorprendente incluso para los viajeros más experimentados.
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Pico, dominada por la imponente montaña homónima —el punto más alto de Portugal— atrae a senderistas y amantes del enoturismo. Sus viñedos volcánicos, cultivados entre muros de piedra negra, también son Patrimonio de la Humanidad y ofrecen un paisaje cultural único. La ascensión al volcán, especialmente al amanecer, es una de las actividades más memorables del archipiélago.
Faial es conocida como la “isla azul”, célebre por los campos de hortensias y por su tradición náutica. Su puerto, Horta, ha sido durante siglos punto de encuentro de aventureros y navegantes. No muy lejos, el volcán de Capelinhos, cuya erupción en 1957 transformó parte de la isla, parece un paisaje lunar frente al océano.
São Jorge sorprende con sus escarpados acantilados y sus “fajãs”, pequeñas plataformas de tierra fértil al pie de la costa donde el tiempo parece detenido. En Santa Maria reinan las playas doradas, ideales para quienes buscan tranquilidad y mar en un entorno menos volcánico.
Las islas más pequeñas —Graciosa, Flores y Corvo— son tesoros para los viajeros que desean paz absoluta. Grutas volcánicas, cascadas espectaculares y miradores naturales completan un conjunto insular donde la naturaleza manda.
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